Y al creer que me engañaba decidí jugar su mismo juego. La rutina se había adueñado de nuestras vidas. También quería asumir riesgos y disfrutar de nuevas pasiones. Sería la manera de cómo fluir con el momento. No me gustaba ser la loca-celosa-espía-amargada-y-sufrida. Prefiero cero dramas en mi vida.

Y así fue como decidí tener un amante. 

Como buena estratega empezaría por la fase de visualización. Lo que imaginas es lo que obtienes. ¿Cómo sería mi enamorado? Ni idea. Tenía tantos años sin salir al mercado masculino que seguro estaba desactualizada en las características.

Empecé por lo inobjetable. No quiero un viejo que tenga que atender. Ni un pobretón que deba mantener; está bien que no me dé nada, pero tampoco que me quite. No importa que no fuera un Adonis, con este cuerpo y esta cara no tengo moral para pedirlo. No quiero que tenga mala bebida, ya cumplí mi cuota de un hombre borracho en mi vida.

¿Dónde lo encontraría? Revisé en mis recuerdos. Visité mi página de Facebook. Quizá un ex sería el adecuado, pero me negué a repetir historias. Lo pasado, pisado. Pensé en todas mis actividades: sería lindo compartir ocupaciones o gustos. Y por más que repasé candidatos no me cuadraba ninguno. Hasta que se me ocurrió pensar en mi entorno. 

Recordé a mi vecino. Siempre sonriente. No hubo vez que no me dijera una frase bonita. Y lo combinaba con unos ojos de picarón. Pero un momento, quizá era mucho menor que yo; sí, no tenía dudas, era menor. Bueno, eso no estaba entre la lista de lo inobjetable. Además, era tan caballero, tan príncipe azul. 

Era definitivo, mi vecino era mi amante elegido.
 
Mientras mi marido se dedicaba a chatear a altas horas, a ocultar sus mensajes, a sonreír a escondidas y a proteger a toda costa su teléfono; yo me dedicaría a admirar a mi vecino. Lo empezaría a observar detalladamente: ¿de verdad sería tan joven como parecía?, ¿qué perfume era el que usaba?, ¿a qué se dedicaría?, ¿esa señora, con la que a veces lo veía, sería su mamá? ¿o no, ya estaba ocupado?

Empecé a hacerle seguimiento. En un par de semanas ya sabía a qué hora salía en la mañana, su hora de regreso, la salida con el perro, su rutina completa. Así que el próximo paso  era entrar en acción.  Esa tarde me jugaría mi carta principal. Sabía que siempre salía a las 3 pm a botar la basura. Era su costumbre. Así que esperé puntualmente y salí justo unos segundos antes con mi short marca Despierta Pasiones. Caminé sensualmente delante de su puerta con dirección al cuarto de basura. Escuché el sonido cuando abría, unos pasos detrás de mí. Podía sentir una mirada al final de mi espalda. Y la expresión: Buenas tardes, vecina me sonó a: ¡qué sexy vecina! Cuando me volteo, con mi cara de sorprendida, era el vecino equivocado: un anciano como de 80 años no apto para mi vestuario. Salí corriendo antes de que le diera un síncope o fuerzas para querer hablarme. En la retirada se apareció el blanco de mi estrategia. Too late querido, muy tarde me dije para mis adentros.

Y no solo me vio el señor mayor sino la vecina más chismosa del edificio. Por ella me enteré que el anciano era el novio sugar de mi vecino picarón. ¡Qué mal ojo tengo, Dios! Mi estrategia falló. Perdí mi tiempo y esfuerzo. Aunque  aproveché el short con mi marido que  llegó temprano ese día. 

Compartir: